DICCIONARIO SOBRE LA CRISIS PARA EL ISCM

El presente diccionario que presenta el Instituto Superior de Ciencias Morales pretende ser una herramienta de comprensión de la crisis para aquellos que no son duchos en los temas económicos. El objetivo no es dar una explicación sobre todo lo que ha y está sucediendo y sus porqués, sino que la personas interesadas puedan acudir a él para entender los elementos que se nombran día a día en la información que nos bombardea y hacerse una idea más clara de qué está sucediendo. Todas las definiciones intentan ser comprensibles para cualquier persona que no tenga formación económica, sin perder el rigor necesario. Al mismo tiempo el diccionario está impregnado de moral cristiana, lo que quiere decir que no va a olvidar el compromiso por los más desfavorecidos de la sociedad que se deriva de un afán por que la fraternidad y el amor impregnen toda la vida y el análisis económico.

El vocabulario va a ser enriquecido poco a poco, por lo que sus redactores estamos abiertos a las sugerencias que nos puedan aportar sus lectores para incorporar nuevas entradas. Los términos explicados van a presentarse por orden alfabético y por temas, de modo que puedan ser más sencillos de localizar por las personas interesadas en ellos.

 

ECONOMÍA PÚBLICA

DÉFICIT/SUPERÁVIT PÚBLICO: El denominado déficit o superávit público no es más que la diferencia anual entre los gastos y los ingresos que tienen las administraciones públicas de un país. Si los gastos son superiores a los ingresos (que suele ser lo más habitual) hablamos de déficit, mientras que si sucede lo contrario hablamos de superávit.

Como la cifra en millones de euros (en el caso de España y del resto de los países de la zona euro) del déficit o superávit no nos permite comparar unos países con otros (debido a que el tamaño y la riqueza de los mismos es diferente) este se suele medir con el porcentaje del PIB (Producto Interior Bruto) del país. De esta manera, se sabe cuántos euros se ha gastado de más o de menos el Estado por cada cien euros que se han producido ese año en esa nación.

También podemos diferenciar entre el déficit público de la nación y el de cada una de las administraciones públicas que encontramos en ella. Así, en un país como el nuestro, tenemos los resultados de las administraciones locales, las autonómicas, las estatales y otros tipos de administraciones existentes que podemos analizar por separado. La suma de todos estos resultados nos daría el déficit o superávit público global o nacional.

 

¿Ha sido el déficit el causante de la crisis?: Nos encontramos en una crisis que nadie duda de denominar financiera. Su origen ha estado (como en tantas otras ocasiones) en un sobre-endeudamiento generalizado que en el caso de nuestro país se ha concentrado en el sector privado. Sin embargo, uno de los afectados principales de esta clase de crisis suele ser el Estado ya que su recaudación disminuye y esta bajada de ingresos deteriora irremediablemente su resultado. El déficit actual es, no la causa de la crisis, sino una de sus consecuencias.

 

¿Es la inexistencia de déficit un objetivo a perseguir por si mismo? En el Estado sucede como en una familia, no se debería de mantener un déficit permanente ya que ello compromete la viabilidad futura del conjunto. No podemos estar gastándonos siempre más de lo que ingresamos. Ahora bien, esto no quiere decir que siempre debamos estar en superávit. Gastarse más de lo que se ingresa en un determinado momento, puede ser necesario (por ejemplo cuando se compra una casa) siempre que luego se generen situaciones superavitarias que permitan devolver lo que se ha pedido prestado y pagar los intereses. Esta era la idea de Keynes que defendía la necesidad de endeudarse en algunos momentos, especialmente en los de recesión económica, para generar movimiento económico siempre y cuando en los momentos buenos se generasen más ingresos que gastos y se devolviese así lo debido.

 

¿Tiene esto que ver con el tamaño del sector público? Entender que el sector público debe trabajar sin déficit habitualmente y dejar este solamente para momentos excepcionales, no supone decir que hay que reducir o aumentar el tamaño del mismo. Simplemente, que hay que ajustar los gastos a los ingresos que se tienen, por lo que la estructura impositiva es la que determina los gastos que se realizan. Por ello, además de tener unos impuestos que permitan mantener un nivel de ingresos adecuados, es preciso tener una estructura de gastos que diferencie claramente entre aquellos que son necesarios e imprescindibles y aquellos que pueden ser perfectamente prescindibles. Esto permitiría que el Estado tuviese una flexibilidad para incrementar y reducir sus gastos según el momento económico que se está viviendo.

 

¿Recortamos gastos o no recortamos? ¿Subimos impuestos o los bajamos? ¿Qué gastos o impuestos reformamos? Estas son preguntas que nos hacemos con frecuencia en nuestra economía familiar y que también hay que hacerse en la gestión del sector público. El sector público también debe hacerlo permanentemente y se hecha en falta en esta gestión mayor participación ciudadana. Deberían articularse sistemas que permitiesen escuchar la voz de la ciudadanía para que esta pudiese también opinar sobre cuáles son las partidas que se consideran más o menos importantes y, por tanto, cuáles deberían recortarse antes o después. Sin embargo durante la confección de los presupuestos no solamente no sucede esto, sino que con frecuencia no se escucha siquiera a los otros grupos parlamentarios… La democracia no debería basarse únicamente en depositar nuestros votos cada cierto tiempo, sino también en articular cauces por los que pudiésemos intervenir en esta clase de decisiones públicas.