FAQs

Q?Déficit/Superávit público
A.

DÉFICIT/SUPERÁVIT PÚBLICO: El denominado déficit o superávit público no es más que la diferencia anual entre los gastos y los ingresos que tienen las administraciones públicas de un país. Si los gastos son superiores a los ingresos (que suele ser lo más habitual) hablamos de déficit, mientras que si sucede lo contrario hablamos de superávit.

Como la cifra en millones de euros (en el caso de España y del resto de los países de la zona euro) del déficit o superávit no nos permite comparar unos países con otros (debido a que el tamaño y la riqueza de los mismos es diferente) este se suele medir con el porcentaje del PIB (Producto Interior Bruto) del país. De esta manera, se sabe cuántos euros se ha gastado de más o de menos el Estado por cada cien euros que se han producido ese año en esa nación.

También podemos diferenciar entre el déficit público de la nación y el de cada una de las administraciones públicas que encontramos en ella. Así, en un país como el nuestro, tenemos los resultados de las administraciones locales, las autonómicas, las estatales y otros tipos de administraciones existentes que podemos analizar por separado. La suma de todos estos resultados nos daría el déficit o superávit público global o nacional.

 

¿Ha sido el déficit el causante de la crisis?: Nos encontramos en una crisis que nadie duda de denominar financiera. Su origen ha estado (como en tantas otras ocasiones) en un sobre-endeudamiento generalizado que en el caso de nuestro país se ha concentrado en el sector privado. Sin embargo, uno de los afectados principales de esta clase de crisis suele ser el Estado ya que su recaudación disminuye y esta bajada de ingresos deteriora irremediablemente su resultado. El déficit actual es, no la causa de la crisis, sino una de sus consecuencias.

 

¿Es la inexistencia de déficit un objetivo a perseguir por si mismo? En el Estado sucede como en una familia, no se debería de mantener un déficit permanente ya que ello compromete la viabilidad futura del conjunto. No podemos estar gastándonos siempre más de lo que ingresamos. Ahora bien, esto no quiere decir que siempre debamos estar en superávit. Gastarse más de lo que se ingresa en un determinado momento, puede ser necesario (por ejemplo cuando se compra una casa) siempre que luego se generen situaciones superavitarias que permitan devolver lo que se ha pedido prestado y pagar los intereses. Esta era la idea de Keynes que defendía la necesidad de endeudarse en algunos momentos, especialmente en los de recesión económica, para generar movimiento económico siempre y cuando en los momentos buenos se generasen más ingresos que gastos y se devolviese así lo debido.

 

¿Tiene esto que ver con el tamaño del sector público? Entender que el sector público debe trabajar sin déficit habitualmente y dejar este solamente para momentos excepcionales, no supone decir que hay que reducir o aumentar el tamaño del mismo. Simplemente, que hay que ajustar los gastos a los ingresos que se tienen, por lo que la estructura impositiva es la que determina los gastos que se realizan. Por ello, además de tener unos impuestos que permitan mantener un nivel de ingresos adecuados, es preciso tener una estructura de gastos que diferencie claramente entre aquellos que son necesarios e imprescindibles y aquellos que pueden ser perfectamente prescindibles. Esto permitiría que el Estado tuviese una flexibilidad para incrementar y reducir sus gastos según el momento económico que se está viviendo.

 

¿Recortamos gastos o no recortamos? ¿Subimos impuestos o los bajamos? ¿Qué gastos o impuestos reformamos? Estas son preguntas que nos hacemos con frecuencia en nuestra economía familiar y que también hay que hacerse en la gestión del sector público. El sector público también debe hacerlo permanentemente y se hecha en falta en esta gestión mayor participación ciudadana. Deberían articularse sistemas que permitiesen escuchar la voz de la ciudadanía para que esta pudiese también opinar sobre cuáles son las partidas que se consideran más o menos importantes y, por tanto, cuáles deberían recortarse antes o después. Sin embargo durante la confección de los presupuestos no solamente no sucede esto, sino que con frecuencia no se escucha siquiera a los otros grupos parlamentarios… La democracia no debería basarse únicamente en depositar nuestros votos cada cierto tiempo, sino también en articular cauces por los que pudiésemos intervenir en esta clase de decisiones públicas.

 

 

Q?Los Mercados
A.

LOS MERCADOS: Al igual que sucede con la prima de riesgo, “los mercados” es una palabra clave que está en la boca de políticos, periodistas y de cualquiera que hable sobre las consecuencias de la crisis en las finanzas del Estado o en las medidas que está teniendo que tomar este para poder afrontar los resultados de la crisis. De hecho, parece que estos mercados o, al menos, el intentar contertarlos, es lo que determina las opciones políticas que toman los gobiernos en estos momentos. Podemos imaginarlos como el hombre del saco, cuyo temor determina que es lo que tenemos qué hacer o cómo debemos comportarnos para que estén contentos y no nos molesten más. Algunos los han definido como el gran poder fáctico que mueve los hilos de la política desde la sombra…

 

A la hora de definir qué es esto de los mercados, uno puede pensar en el mercadillo de su localidad, en un supermercado, en el mercado central de una ciudad… Pero evidentemente estos no son los mercados a los que nos referimos como determinantes de la política actual de gobiernos de nuestras naciones. Del mismo modo tampoco estamos refiriéndonos a la conjunción de oferentes y demandantes de un determinado bien que quedan de acuerdo en un precio para realizar el intercambio. Esto, que sería la definición habitual de lo que es un mercado, también queda corto a la hora de definir estos mercados…

 

Realmente cuando se habla de los mercados nos estamos refiriendo a los mercados financieros. Es decir, a aquellos en los que hay una serie de inversores con ahorros o al menos dinero, dispuesto a ser prestado a aquel que les ofrezca un mayor rendimiento a corto plazo; junto a los demandantes de este ahorro, es decir, instituciones, personas o empresas que quieren endeudarse porque necesitan dinero y que pretenden pedir prestado este y están dispuestos a pagar un tipo de interés a cambio. Por lo tanto, los mercados son la conjunción de estos prestamistas dispuestos a financiar a los prestatarios o aquellos que lo necesitan para poder afrontar sus proyectos o sus realidades económicas.

 

En la medida que los Estados están siempre en el grupo de los prestatarios, es decir, de aquellos que son financiados y no de los financiadores, cuando un país está hablando de los mercados, realmente se está refiriendo a sus prestamistas. Quienes están determinando las políticas que se llevan a cabo en las diferentes naciones no son, por tanto, los mercados en abstracto, sino los prestamistas. Estos realizan exigencias a sus deudores de manera que les obligan a tomar determinadas medidas ya que si no lo hacen, dejarán de financiar su deuda.

 

Si concretamos esto en el caso de un país como España. Está claro que nuestro sector público está endeudado y no tiene capacidad en estos momentos para devolver toda su deuda sin tener que pedir prestado nuevamente. Cada vez que tiene que devolver lo que debe, tiene que volver a pedir prestado para poder hacerlo. En la medida que los prestamistas no se fían de que nuestra nación no entre en bancarrota en un futuro y no pueda devolver sus préstamos, le exigen que tome medidas para garantizar el pago futuro de su deuda. Si España no hace esto, se niegan a prestarle y eso supone que, o bien que se incrementa los tipos de interés que tiene que pagar (se encarece su endeudamiento a través de una subida de la prima de riesgo) o bien entra en bancarrota y no puede devolver lo que debe. Como España quiere mantener su crédito y quiere seguir obteniendo financiación para llevar a cabo sus políticas económicas, no tiene más remedio que obedecer a los dictados de sus financiadores (o prestamistas).

 

La paradoja del endeudamiento: Esta circunstancia genera dos paradojas. La primera es la paradoja del endeudamiento. Esto es, cuando un país endeudado tiene una mala gestión económica que hace que no genere superávits y que, por tanto, sus gastos sigan siendo superiores a los ingresos y se tenga que endeudar cada vez más, la confianza en el mismo se deteriora. Los prestamistas van a estar menos incentivados a financiar a esta nación lo que generará que esta tenga que incrementar los tipos de interés que ofrece para conseguir que le presten dinero. Este incremento de intereses supone mayores pagos futuros y por tanto deteriora todavía más sus posibilidades de generar superávits que le permitan salir de esta situación y generar confianza entre los financiadores. La dinámica del mercado lleva, por tanto, a un ciclo de empeoramiento del que es difícil zafarse.

 

La paradoja de los recortes: Ante una situación de endeudamiento elevado y persistente, la solución podría ser la misma que le aconsejaríamos a un particular que se encontrase en esta situación: Reducir los gastos, incrementar los ingresos y vender activos innecesarios que le permitiesen generar unas entradas extraordinarias destinadas a devolver algo de lo que se debe. Cuando hablamos de familias, esta suele ser una política adecuada para acabar con una situación de esta clase. En la medida que los ingresos de la familia no suelen cambiar, el hecho de bajar sus gastos suele ser una buena solución para este problema y permitir que pase de ser deficitario a conseguir un excedente que puede utilizar para devolver sus deudas y pagar los intereses.

 

Sin embargo en el Estado la cuestión no es tan sencilla. El hecho de rebajar los gastos no solamente tiene efectos en la mejora de los resultados, sino que un menor gasto del Estado tiene como consecuencia una reducción futura de sus ingresos, lo que puede llevar a que no mejore el déficit a pesar de la bajada de gastos. Las políticas de recortes, tienen pues unas consecuencias negativas sobre la actividad económica que compromete la recaudación a corto plazo y puede no solucionar el déficit, sino mantenerlo pero con un nivel de gastos y de actividad inferior.

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